Rodríguez le esperaba para darle el abrazo caluroso y sincero de la anaconda, aunque, a decir verdad, ya llegaba la presa bastante constreñida. Cuando no se puede contribuir se dice y punto, salvo que todos hayan caído sin remedio en la política de la apariencia. Ya es rarito hablar de "contribución sin reservas" cuando a continuación hay que ponerlas todas: el Pacto por las Libertades como marco, no a las concesiones políticas, no a la tregua del Estado y reconocimiento de las víctimas. Sólo lo último es imaginable, aunque muy poco probable: la hoja de ruta zapaterita (the long and winding road that leads to your door, Otegi) podría contener fórmulas mágicas de retórica y compensaciones y sonrisas y reales palabras irreales que contentaran a muchos. Pero de ningún modo se puede compaginar el plan gubernamental con el respeto al Pacto o la falta de concesiones políticas. Lo sabe todo el mundo, a qué disimular.
No es que el PP se haya sumado al festival de la insensatez, al espíritu de nochevieja de los informativos, a la hora de la ETA en los relojes de las torres. Deprimida o constreñida, la derecha sigue siendo capaz de distinguir la rendición nacional de la final de Operación Triunfo. Así que cuando las fuerzas flaqueen y las imágenes de los mártires se les vayan borrando por falta de imaginación y sólo quede el dolor inconcreto, que recuerden un cuerpo tendido y un paraguas abierto. Multiplicado por mil. Lo irreversible.
La prudencia, el silencio o la cautela parecen virtuosos, pero ¿lo son ante la infamia que se fragua? ¿Y ante la consumada? ¿Vamos a simular que no se han pagado ya onerosos precios políticos, que ignoramos la alegre disposición de la izquierda a seguir pagándolos, que queda algo del Pacto mientras el presidente lanza flores a Otegi o acude al eufemismo preventivo de los "accidentes"? Aquí, de momento, el único reconocimiento ha sido para los verdugos; las víctimas, a los peces. El gobierno de España comparte la teoría del conflicto y ha infectado de servidumbre y de injusticia la palabra paz. Ensalza al que amenaza y humilla al amenazado.
Ni siquiera blindado tras todas sus reservas puede ofrecer Rajoy su contribución a una ruleta rusa. No sin quebranto moral y político. Los nacionalistas aplauden entusiasmados porque logran sus fines y porque el sacrificio que predican atañe a los demás. Es lógico que brinden, si bien el tintineo de las copas merece crecer, ensordecerlos y enloquecerlos. Pero no es posible olvidar el paraguas abierto, los diarios desparramados sobre la acera. Aunque los socialistas se empeñen vanamente en hacerlo. Sólo olvidará quien nada conoce porque nada recuerda.